Caza e ingestión
Como todos los macrostomados primitivos, la anaconda verde mata por constricción y carece de glándulas de veneno. A menos que la presa sea tan pequeña e inocua que se pueda tragar viva, la serpiente se enrosca en torno a ella, apretando firmemente el cuello para evitar sus mordiscos, y la mata con un estrujón letal que detiene su respiración y su circulación sanguínea. Una vez cesan los últimos estertores de la víctima, la anaconda desenrosca sus anillos y, con sus mandíbulas muy dilatadas, inicia la laboriosa y a veces lenta tarea de engullirla.
Cuando se trata de una presa de grandes dimensiones, la ingestión, que empieza casi siempre por la cabeza, puede durar varias horas, hasta seis o más si el animal es de formas redondeadas. Si la presa es alargada y su piel no presenta grandes asperezas, la ingestión suele ser en cambio bastante más rápido. Como sucede con muchas otras serpientes, la piel del cuerpo es lo bastante flexible como para la presa se desplace por su interior sin dañarlo, empujada en su avance por la acción de los huesos de la mandíbula; como en ellas, la ausencia de cintura pectoral e incluso de esternón permite que la presa se deslice fácilmente desde la boca hasta la entrada del estómago, movimiento que se ve facilitado además por la flexibilidad de la costillas.