Presas principales Hábil nadadora, la anaconda verde puede recorrer velozmente pequeñas distancias bajo el agua o en la superficie, donde es capaz de alcanzar la velocidad nada despreciable de 6 m/s. En tierra, por el contrario, sus movimientos son lentos y pesados, y de ahí su reticencia a abandonar el medio acuático. Pese a ello, los peces forman una parte muy pequeña de la dieta de esta serpiente; sus presas más usuales son aves acuáticas y roedores, incluidos agutís, pacas y el mayor de todos ellos, el capibara, una especie semiacuática que puede alcanzar los 65 kilos de peso.
Poco especializada en la elección de su alimento, la anaconda ataca también muchos otros tipos de animales, desde lagartos y tortugas acuáticas hasta pecarís y cérvidos a los que captura cuando van a abrevar. En ocasiones entabla duelos con caimanes de más de 2 m a los que por lo general consigue matar enroscándose en torno de su cuerpo. Tras un festín de estas proporciones, la anaconda suele quedarse en ayuno durante semanas o incluso meses. Entretanto, y hasta que la presa no ha sido digerida por completo, permanece inactiva y resulta vulnerable a la depredación. Si se trata de una anaconda adulta, esta vulnerabilidad sólo es teórica, ya que pocos animales se atreven con ella, pero no sucede lo mismo con los ejemplares muy jóvenes, que pueden ser presa de caimanes, jaguares, ocelotes u otros depredadores.